jueves, 20 de noviembre de 2014

BEBE ALEXANDER Y LA INVISIBILIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL

Una de las funciones del Trabajo  Social, consignadas desde la academia es la Asistencia Social —algunos currículos, no consideran como eje central de la profesión esta función, incluso existen vánales asignaturas, como la discusión falseada de la génesis de la profesión que tratan de sustituir su esencia— que tiene diferentes procesos, desde la investigación, hasta la intervención y garantizar la mejora en la calidad de vida, sin embargo, esto tiene que ver con varios factores, variables y condiciones materiales, humanos —por lo menos ser filántropo—, económicos con los que se tiene que contar para realizar o desarrollar esta función.

Las y los Trabajadores Sociales, realizamos esta función en diferentes instituciones de servicio social —fundadas para crear bienestar social en los actores más desfavorecidos o vulnerables—, que atienden diferentes problemáticas (conjunto de problemas), provocadas por el actual sistema societal. Entre esas instituciones, están los centros de acogida de niños, niñas y adolescentes en riesgo o vulnerabilidad, que atienden principalmente problemas de abandono de este grupo etario.

En las dos últimas semanas  los medios de comunicación escritos y orales (La Paz – Boliviahttp://www.paginasiete.bo/opinion/2014/11/20/pobre-bebe-alexander-malos-fiscales-38754.html), siguieron muy de cerca el  trágico deceso que sufrió el bebe Alexander, —la forma como mostraron la información es lo de menos—, que desnudo la verdadera cara o rostro de los servicios sociales en Bolivia, especialmente de los centros de acogida de niños, niñas y adolescentes. Hubo manifestaciones de sectores sociales activistas, en contra de este tipo de situaciones, así como, la intervención de deferentes instancias jurisdiccionales, incluso medidas de presión de otros profesionales que en lugar de llevar a respuestas coherentes, manifestaron sus intereses de gremio.

Con mucho asombro, vi que mientras las unidades académicas de Trabajo Social, divagan en descubrir qué es una política social, haciendo creer que son la panacea del conocimiento en la profesión, o simplemente se encuentran en disputas por el poder académico, encerrándose en cuatro paredes —isla—, peor aún, la intervención del gremio es inexistente en el contexto. Nadie absolutamente nadie, se pone a cuestionar cómo están funcionando los centros de acogida, cómo se están desempeñando los Trabajadores Sociales, cómo repercute su intervención, cuáles son sus propuestas para reformar la actual situación de esos centros, qué acciones tomaron cuando vieron casos similares.

Esto nos debe llevar a la reflexión, nosotros atendemos personas, no cosas, tampoco casos, realizamos un análisis “integral” de la situación (diagnóstico), que debería vislumbrar estos problemas y manifestarlos, porque, no es malo hacer activismo en la profesión, lo peor que nos puede pasar, es ser cómplices mudos de lo que pasa en estos centros de acogida, es decir, pareciera que la institución paso por sobre nosotros, cuando debería ser lo contrario, como Trabajadores Sociales debemos ser los ejes del cambio e innovación en las instituciones, tenemos todas la herramientas para hacerlo!

Creo que nuestra pasividad, se debe al tipo de formación en la academia, caracterizada por la verticalidad en la educación “académica” —particularidad educativa de la edad media y el esclavismo—, donde no es permitido pensar diferente o enfrentarse a las prácticas caducas, institucionalizadas y enraizadas. Donde no decir que algo está mal “es bueno”, donde el estudiante que es el “pongo” de algún profesor, es premiado con algún hueso —docencia—, y el que cuestiona, es marginado o sometido a la clandestinidad académica.

Llamo la atención a mis colegas agremiados y académicos, pónganse las pilas, dejen sus disturbios insignificantes, porque afuera, más allá de sus narices, si existen problemas sociales.